La Simulación, una herramienta básica en capacitación y desarrollo de habilidades

Hoy, la simulación es una herramienta indispensable para la enseñanza de las Ciencias de la Salud. Pero ¿sabías que esta tecnología de capacitación y desarrollo de habilidades tuvo su origen en la aviación, durante la I Guerra Mundial? Pocos saben también que un juguetero y un anestesiólogo protagonizan un capítulo importante en su evolución.

Para algunos investigadores, los primeros pasos hacia el desarrollo de una tecnología de simulación datan de la I Guerra Mundial (1914-1918), cuando se probaron dispositivos que imitaban movimientos electromecánicos. Pero en realidad fue en la II Guerra Mundial (1939-1945) cuando la pérdida de cargas y, sobre todo, de vidas humanas puso en marcha el motor de crecimiento de estas técnicas de capacitación y enseñanza.

“Hasta entonces -explica el doctor Carlos Octavio Aguilar Ortega, Director Nacional de Tecnología Educativa de UVM-, “el entrenamiento de los pilotos se hacía de manera real, ya que no existían los simuladores de vuelo. Con restos de una aeronave colocados en una caja de madera montada sobre rieles, los pilotos podían aprender a reaccionar en un ambiente controlado y seguro. Antes de esto, el aprendizaje ocurría en pleno vuelo, incluso bajo el ataque de otro avión”.

También en el periodo bélico se desarrollaron estructuras con capacidad para que una tripulación entera aprendiese a volar en misiones nocturnas. Luego, con la inclusión de computadoras analógicas, surgieron los primeros simuladores electrónicos.

El proceso hizo evidente una ecuación afortunada: entre más horas de entrenamiento en tierra tenían los pilotos, mayores eran las posibilidades de que regresaran vivos después de una misión. Así que “al finalizar la Guerra y con el auge de la aeronáutica como industria comercial -cuenta Carlos Aguilar-, el entrenamiento en tierra se reforzó y se convirtió en parte de la formación de los estudiantes de aviación”.

“Hoy día, al volar a cualquier parte del mundo, el piloto que conduce la aeronave aprendió la técnica y desarrolló habilidades especializadas a través del uso de simuladores. De hecho, debe comprobar determinado número de horas de vuelo en simulador para mantener activa su licencia”.

Poco a poco, y en vista de su probada efectividad, las técnicas de simulación fueron expandiendo su campo de acción para invadir otras áreas. Entre ellas, las de Ciencias de la Salud, Ingeniería, Arquitectura y, más recientemente, el Derecho, donde los alumnos utilizan salas de juicios orales simuladas para entrenarse en su profesión”.

 

Entre un anestesiólogo y un juguetero

Otro momento importante para el desarrollo de técnicas de simulación para el aprendizaje ocurre en los años sesenta del siglo XX y, aunque no lo creas, tiene como protagonistas a un juguetero y a un anestesiólogo.

Por esos años, Asmund Laerdal, fabricante noruego de juguetes, había salvado a su hijo de ahogarse aplicando una técnica de salvamento para despejar las vías respiratorias.

El desarrollo de aquella técnica se debía a James Elam, neumólogo norteamericano, y Peter Safar, anestesiólogo austriaco, quienes habían descrito técnicas de reanimación cardiopulmonar (RCP). Y fue Safar, precisamente, quien pensó que sería bueno instruir a más personas en su práctica a través del uso de muñecos.

Por ello, solicitó a Laerdal el diseño de muñecas de plástico de tamaño natural que sirvieran para escenificar y practicar la técnica. Para aquel maniquí -antepasado de los muchos robots inteligentes y muñecos anatómicos que hoy se usan en la enseñanza de Ciencias de la Salud en universidades e institutos-, el juguetero eligió una máscara que colgaba en la pared de la casa de sus abuelos y reproducía el rostro de una mujer desconocida que apareció muerta en el Sena a finales del siglo XIX y a quien los franceses se referían como la Inconnue (la desconocida). Nacía así el primer muñeco para la práctica de técnicas de resucitación.

Hoy, como sucede día a día en las aulas de la Escuela de Ciencias de la Salud de UVM, en todas sus licenciaturas, miles de estudiantes aprovechan las  capacidades de los simuladores para recrear situaciones, practicar y  aprender las habilidades que necesitan para, más tarde, tratar pacientes reales con mayor seguridad y precisión.

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